domingo, 14 de noviembre de 2010

Hubo un tiempo en que los hombres eran amables, sus voces eran suaves y sus palabras eran una invitación. Hubo un tiempo en el que el amor era ciego y el mundo era una canción excitante. Pero, luego, todo salió mal. Soñé un sueño hace mucho tiempo, cuando la esperanza era grande y vivir valía la pena. Soñé que el amor nunca moriría. Soñé que Dios perdonaría. Entonces era joven y sin miedos, y los sueños fueron creados, usados y gastados. No había rescates que pagar, ni canciones sin cantar, ni vino sin probar. Pero los tigres vienen por la noche y, con sus voces suaves como el trueno, desgarran tu esperanza, mientras convierten tus sueños en vergüenza. Él durmió un verano a mi lado y llenó mis días de infinita alegría. Tomó mi infancia pero se marchó cuando llegó el otoño. Y aún sueño que volverá a mí y viviremos toda la vida juntos. Pero hay sueños que no pueden ser y tormentas que no podemos pronosticar. Yo tenía un sueño sobre lo que sería mi vida, tan diferente del infierno que estoy viviendo. Es tan diferente ahora de lo que me parecía que sería. La vida mató el sueño que soñé.

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